Apr 14 2023

Quisiera compartirles un poco de lo que fue para mí la noche del Jueves Santo.

Salimos de la iglesia de San Francisco, bajamos la décima, cruzamos, los pichoneros le entregan a los cargueros, yo recibo mi pebetero, me paro en frente del paso y pienso: “bueno, empezamos. En nombre de Dios será la mejor noche”. Y así fue.

Después de algunas cuadras, ya un poco cansada, llegamos a la calle quinta, donde se veía la Ermita y Belén al fondo, ¿Qué mejor pintura que la que tenía en frente de mis ojos?, los faroles, los alumbrantes, El Cachorro y El Calvario, la adornaban de la manera más perfecta, lo cual me dio la fuerza suficiente para olvidarme de mi dolor y seguir avanzando con firmeza, paso a paso, pidiendo, al mismo tiempo, por el alma de mi tío, por la vida, la salud y el amor de todos los que me rodean, pero sobre todo, agradeciendo por la fortuna de nacer en la ciudad más hermosa que alguien alguna vez pueda imaginar.

Cuando menos lo pensé, atrás mío escuché a un carguero decir “bueno muchachos, ¡último jurgo!” Se me aguaron los ojos, mire a mis papás, a mis amigas, les sonreí tímidamente, miré al cielo y le dije a Dios: “Me diste la noche que siempre soñé, en el paso de mis amores, junto a la gente que amo. No puedo pedirte más, solo me queda agradecerte”.

Entregué mi pebetero, abracé a quienes me estaban acompañando y desde ese momento me sentí más orgullosa que nunca de ser parte de la tradición más solemne y hermosa, mi Semana Santa.

Gracias Popayán, gracias Santo Cristo de la Veracruz y gracias a todos los que compartieron mi felicidad. Una Semana Santa que jamás olvidaré.

Toda mi admiración para los cargueros, barrenderos, sahumaduras, regidores, a mi síndico y todos los que hacen parte de la Junta Permanente Pro-Semana Santa. En general, a todas las personas que forman parte de esta tradición tan especial.

Que seas eterna.

Autora: Isabela Fuentes Concha